DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Solemnidad. Color: blanco
Israel fue
el encargado de realizar la misión de reunir a todos los pueblos en la
descendencia de Abraham, y realizar, de esta manera, la promesa de la
universalidad.
Israel
creyó erróneamente, hacer esta unidad a partir de un cierto número de prácticas
particulares: la ley, el sábado, la circuncisión. Pero sólo la fe de Abraham
era la capaz de reunir a todas las naciones. Y los hebreos no supieron
desvincular la fe de Abraham de sus prácticas legales.
El anuncio
de un nuevo Pueblo de Dios, de dimensiones universales, que fue prefigurado y
preparado en el pueblo elegido, se realiza plenamente en Jesucristo, en quien
converge y se recapitula todo el plan de Dios. En Él, todo lo que era división
encuentra plena unidad. Convocando a los magos de oriente, Jesús comienza a
reunir a los pueblos, y a dar unidad a la gran familia humana, la cual será
realizada perfectamente cuando la fe en Jesucristo hará caer las barreras
existentes entre todos los hombres.
Y en la
unidad de la fe, todos se sentirán hijos de Dios, igualmente redimidos y
hermanos entre ellos. Este nuevo pueblo es la Iglesia, comunidad de los
creyentes. Éste a través de los siglos realiza y testimonia la llamada
universal de todos los hombres a la salvación, por medio de la obra unificadora
de Jesucristo. Es significativa la visión final del Nuevo Testamento, una
multitud de razas, de pueblos y de lenguas que saludan en Dios al Rey de la
Naciones, y que habitarán en la nueva Jerusalén, donde la familia humana
reencontrará la verdadera unidad.
La unidad
que nos trae Cristo no es uniformidad, sino que respeta la originalidad de cada
uno. Cada originalidad está llamada a seguir la estrella de Dios, estrella de
Dios que podemos identificar con el mandamiento del amor: “Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo”.
Antífona de entrada Cf. Mal 3, 1; 1 Crón 29, 12
Ya viene el
Señor del universo y trae en sus manos la realeza, el poder y el imperio.
Gloria
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que en este día manifestaste tu Hijo unigénito a todos los pueblos,
guiándolos por medio de una estrella, condúcenos a quienes te conocemos por la
fe a la contemplación de la hermosura de tu gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA
LECTURA
La gloria
del Señor brilla sobre ti.
Lectura del libro de Isaías 60, 1-6
¡Levántate,
resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Porque las
tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti
brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.
Las
naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.
Mira a tu
alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan
desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante,
palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros
del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una
multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá.
Todos ellos
vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del
Señor.
SALMO RESPONSORIAL 71, 1-2. 7-8. 10-13
R/. ¡Pueblos
de la tierra alaben al Señor!
Concede,
Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que
gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud.
Que en sus
días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de
un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Que los
reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de
Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y
lo sirvan todas las naciones.
Porque Él
librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá
compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes.
SEGUNDA
LECTURA
Ahora ha
sido revelado que también los paganos participan de la misma promesa.
Lectura de
la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 3, 2-6
Hermanos:
Seguramente
habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio
de ustedes.
Fue por
medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo
de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión
que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones
pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos
apóstoles y profetas.
Este
misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia,
son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo
Jesús, por medio del Evangelio.
ACLAMACIÓN AL
Evangelio Mt 2, 2
Aleluya.
Vimos su
estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Hemos
venido de Oriente a adorar al rey.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 2, 1-12
Cuando
nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de
Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los
judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a
adorarlo”.
Al
enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces
reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para
preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le
respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de
Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”.
Herodes
mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la
fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles:
“Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan
encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.
Después de
oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los
precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron
la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño
con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus
cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños
la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por
otro camino.
Credo
Oración
de los fieles
Presentemos,
hermanos, nuestras oraciones al Señor en este día santo en que Dios ha
manifestado su poder a las naciones, la salvación a los pueblos y a nosotros la
luz radiante de su gloria:
- Por
la santa Iglesia de Dios, para que ilumine a los hombres con la luz que
resplandece en el rostro de Cristo, disipe las tinieblas de los que viven en el
error y dé ánimo a los fieles, para que, con valentía hagan brillar la luz del
Evangelio ante todas las naciones, roguemos al Señor.
- Por
las Iglesias que acaban de nacer en los diversos pueblos, para que su juventud
y vigor sean levadura de vida para todas las comunidades cristianas, roguemos
al Señor.
- Por
los pueblos que aún no han sido iluminados por el Evangelio y por aquellos que,
habiendo conocido a Cristo, han abandonado el camino de la verdad, para que
confiesen a Cristo como Señor y lo adoren como a Dios verdadero, roguemos al
Señor.
- Por
nosotros, que hemos sido llamados de las tinieblas a la luz admirable de
Cristo, para que nos afiancemos en la fe verdadera y sigamos con fidelidad las
enseñanzas del Evangelio, roguemos al Señor.
Escucha
nuestras oraciones, Dios todopoderoso y eterno, y haz que los que hemos
conocido y adorado a tu Hijo, Rey y Señor de todos los pueblos, vivamos siempre
como hijos de la luz y nos esforcemos para iluminar con la luz de Cristo a
todos los pueblos y naciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, mira
con bondad las ofrendas de tu Iglesia que ya no son oro, incienso y mirra, sino
Jesucristo mismo, que en estos dones se manifiesta, se inmola y se nos da como
alimento. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
PREFACIO
En verdad
es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque
(hoy) iluminaste a todos los pueblos revelándoles el misterio de nuestra
salvación en Cristo, y al manifestarse Él en nuestra naturaleza mortal nos
restauraste con la nueva gloria de su inmortalidad.
Por eso con
los ángeles y los arcángeles, y con todos los coros celestiales, cantamos un
himno a tu gloria, diciendo sin cesar:
Santo,
Santo, Santo …
Antífona de comunión Cf. Mt 2, 2
Vimos la
estrella del Señor en Oriente y hemos venido con regalos a adorarlo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la luz
celestial, Señor, nos guíe siempre y en todo lugar, para que contemplemos con
fe pura y vivamos con amor sincero el misterio del que has querido hacernos
participar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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